sábado, 23 de octubre de 2021

Minimalismo vs Lonchafinismo

 




Este post, aviso de antemano, es más una reflexión filosófica que una recomendación a actuar de una determinada manera. Hecho este aviso, continuo.


Si bien no recuerdo dónde escuché por primera vez el término “lonchafinismo” sí que viene a mi memoria la sonrisa divertida que no pude evitar en aquel momento. Para quien lea esta palabra por primera vez voy a tratar de definirla: 


Lonchafinismo: Actitud vital de ajustar los gastos personales a su límite mínimo viable aunque para ello se reduzca la calidad de vida. El término proviene de la analogía con las rodajas o lonchas de un alimento (embutido, queso, etc.) que cortado de la forma más fina posible, si bien puede seguir llamándose del mismo modo (embutido, queso, etc.), apenas proporciona alimento o sabor al consumirlo. Es decir, se trataría de una forma de ahorro extremo.

Cualquiera que lea esta definición probablemente estará pensando que vivir lonchafinisticamente no suena demasiado bien ni se parece a ningún ideal de vida, pero todo tiene su porqué. En este sentido ¿qué podría llevar a alguien a esta extrema frugalidad? Lo vemos más adelante.


Seguramente has escuchado el término “minimalismo” ya que es una tendencia global que está tomando cierta fuerza en los últimos años. Si no es así, veamos una definición personal.


Minimalismo: Filosofía de vida que aboga por un estilo de vida en el que “menos es más”. Planteado de otra forma, el minimalismo entiende que un exceso de posesiones nos esclaviza, añadiendo confusión y gasto a nuestra vida. En consecuencia, poseer pocas cosas de buena calidad y que realmente necesitemos sería un camino hacia una vida más sencilla, más consciente y más fácil de financiar. 


Podría parecer que minimalismo y lonchafinismo son una misma cosa pero no es así. Aunque no hay un corte limpio entre ambas, éstas serían las diferencias:


Minimalismo 

Lonchafinismo

Únicamente compro cosas que nos den felicidad

Gasto poco pero no hay criterio de selección

Elijo objetos o servicios en base a la calidad 

No tengo un criterio más allá de la reducción

Hago renuncias a cosas si no añaden felicidad a mi vida

Hago renuncias a cantidades

Con lo que poseo o consumo estoy satisfecho

Me conformo con poseer o consumir poco aunque querría más 

Es un objetivo en sí mismo

Recurro a ello para obtener algo que deseo en el futuro



En definitiva y tal como yo lo veo, mientras que el minimalismo parte de una mentalidad de abundancia –elijo poseer pocas cosas de calidad porque entiendo que me van a proporcionar una vida mejor– el lonchafinismo se ancla en una mentalidad de carencia –quiero de todo no muy reflexivamente pero lo consumiré en muy pequeñas cantidades para no gastar mucho– y de este modo alcanzaré en el futuro algo que sí deseo.

Usualmente, las personas se aproximan al minimalismo con la intención de simplificar sus vidas aunque como consecuencia de ello obtienen una reducción del gasto y deudas. Esto último a su vez simplifica la vida adicionalmente generando una suerte de círculo virtuoso. Pregunta a un hipotecado si cree que su vida sería más simple sin la hipoteca y ratificarás esto último. 

Al lonchafinismo, por el contrario, se llega bien desde la pura necesidad por falta de ingresos bien desde la intención de maximizar el ahorro con un fin determinado. Esta podría ser por ejemplo la estrategia del que desea fervientemente ahorrar para adquirir un determinado bien (el coche de sus sueños, dar la vuelta al mundo, un apartamento con vistas al mar, abandonar un trabajo que aborrece., etc.). Se estaría reduciendo el gasto al mínimo para generar el ahorro que nos acerque a esa meta concreta que nos hemos marcado.

¿Puede darse el lonchafinismo sin ningún fin concreto? No solo puede sino que se da pero un ahorro máximo centrado en sí mismo, sin filosofía que lo sostenga ni meta a la que llegar, es lo que vulgarmente se conoce como tacañez patológica y por tanto algo muy poco interesante.


Aunque tal como lo he presentado hasta aquí pareciera que estamos ante dos actitudes claramente diferenciadas y reconocibles lo cierto es que, al igual que en otras facetas humanas, no es así sino que existe un importante componente subjetivo. Esto sucede, básicamente, porque lo esencial no es lo que hacemos sino el por qué lo hacemos. No es el qué sino el cómo. 


Pongamos un ejemplo. 

Pablo sale a cenar fuera con un par de amigos. Los tres llevan en sus mochilitas un bocadillo y un termo con café. Dando un paseo desde casa llegan al paseo marítimo donde se sientan, comen lo que traen desde casa y mantienen una entretenida conversación.

 Resultado:  una estupenda actividad compartida.

 Coste aproximado: 3€ por persona


Esa misma noche, Juan sale a cenar fuera con un par de amigos. Juan recoge a sus dos amigos en su coche y conduce hasta el paseo marítimo donde aparcan, se sientan en una terraza, piden allí un bocadillo seguido por  un café y mantienen una entretenida conversación.

 Resultado:  una estupenda actividad compartida.

 Coste aproximado: 8€ por persona


¿Es pablo un minimalista y Juan un lonchafinista? ¿Ambos son la misma cosa? En este caso ¿qué cosa?

No hay respuesta correcta porque no conocemos ni a Pablo ni a Juan y por lo tanto únicamente vemos sus acciones sin saber más de sus motivaciones, sus metas, su situación personal o su recorrido vital. En un primer momento podría parecer que Juan es un lonchafinista ya que va de restaurante pero consumiendo al mínimo pero es que no sabemos nada de su pasado. Imaginemos que Juan un año antes era directivo de una multinacional, trabajaba 70 horas por semana y lo compensaba los sábados con cenas en restaurantes de una estrella michelin con menús de 150€. Tras cambiar de trabajo tiene más tiempo libre y mucho menos estrés aunque gane menos dinero ¿ A que ahora el bocata en una terraza te parece más minimalista?

Por su parte, Pablo, que a priori se presenta como minimalista, podría ser propietario de 4 viviendas en su ciudad, trabajar 50 horas a la semana en una empresa y ser un ahorrador compulsivo sin fin alguno. Si este fuera el caso ¿Te seguiría pareciendo un minimalista?


Como vemos, todo tiene matices y es más complejo de lo que parece a primera vista.


Conclusiones

  • La actitud ante lo que adquirimos, las propiedades que tenemos y el dinero que gastamos resulta más importante que el hecho en sí de hacerlo.
  • En general, resulta más interesante y nos ayuda mejor a crecer tener una filosofía personal en relación con el gasto en cosas y servicios que comprar irreflexivamente o adquirir cosas que en realidad no necesitamos.
  • El minimalismo lleva implícita una filosofía de vida basada en la sencillez y, aunque pueda resultar paradójico, una mentalidad de abundancia. Puede haber o no metas a largo plazo ya que esta forma de vivir es un fin en sí mismo.
  • El lonchafinismo no resulta atractivo como fin en sí mismo debido a que se cimienta en una mentalidad de carencia.
  • El lonchafinismo cuando tiene una meta personal bien definida puede ser una alternativa temporal viable. No obstante, hay que tener cuidado para no caer en la tacañez o en una actitud desequilibrada en otros aspectos de la vida distintos a ese objetivo marcado.
  • Al tratar con personas, juzgar suele ser una mala costumbre. Cada persona actúa según el conjunto de vivencias, educación, miedos y sueños que lleva dentro y que nosotros desconocemos.


Miguel 

23 de octubre de 2021

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